jueves, 24 de marzo de 2011

Siddhartha

(...)El mundo, amigo, no es imperfecto o en camino de perfecciones lentamente: no, es en cada momento perfecto, todo pecado trae en sí la gracia, todo niño lleva ya en sí al anciano; cada recién nacido lleva en sí la muerte; todo moribundo, la vida eterna. (...)Por esto, todo lo que es me parece bueno, así la muerte como la vida, el pecado como la santidad, la cordura como la insensatez; todo debe ser así, todo necesita solamente mi aprobación, mi consentimiento, mi amable comprensión; de esta forma es bueno para mí, nunca puede dañarme. He aprendido en mi cuerpo y en mi alma que necesité mucho el pecado, que necesité el placer, el deseo de los bienes, la vanidad, y necesité la ignominiosa desesperación para aprender a renunciar a toda resistencia, para aprender a amar al mundo, para no confundirlo con aquel mundo imaginario deseado por mí, ni con el género de perfección que mi espíritu se representaba, sino dejarlo como es, amarlo tal cual es, y pertenecer gustosamente a él.

Fragmento de "Siddhartha" de Hermann Hesse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario