viernes, 17 de septiembre de 2010

Vos

Sus papilas gustativas todavía recuerdan el sabor.

En sus manos guarda el sudor.

En su espalda lleva cual mochila, las huellas dactilares.

En sus piernas guarda el temblor producto de ese placer tan ajeno y tan propio.

En sus oídos resuenan las palabras.

En su boca, saborea el sabor de él.

Las texturas del cuerpo de él, ella siente en cada terminación nerviosa del propio cuerpo.

En sus pies todavía siente cada paso que dieron.

Su mente todavía reflexiona el cambio que él hizo en ella.

Sus ojos lo ven, tan plácido y joven como el primer día que llamó a su puerta.

Su nariz todavía siente el olor de sus cuerpos encontrados.

Su pelo siente sus caricias.

Su ombligo busca al de él, sabiendo ya que está lejos.

Todo su cuerpo quiere acomodarse y volver a unirse al suyo.

Cada parte de ella, cada rincón de lo que hoy es un cuerpo solitario, cada interior que hoy lleva en sí, todavía lo sienten, todavía lo recuerdan.

Cada sensación que sentía a su lado, será eterna.

Todavía se estremece de tan sólo pensarlo.

Hoy ella no es más que un alma solitaria, aún en busca del amor que otro ser pueda darle. Hoy, ella quiere volver a sentir la misma pasión que sintió con él, pero hoy con otro. Ella no es extraña, hoy, el extraño es él.

Las imágenes se hacen cada vez más difusas y al mismo tiempo lúcidas en su mente.

El tiempo curó, hoy, ve con más precisión los restos de ese amor infantil y al mismo tiempo único.

El amor duró, lo que tuvo que durar, hoy no queda nada; hasta las cenizas de lo que fue ese amor, cada día vuelan más y más lejos de sus propias manos. Cada momento que pasa, se hace más invisible él en su mente.

Así y todo, su mente y su memoria lo recuerdan cada día, excusas por no poder tenerlo a su lado.

Realmente ella sabe que no era lo mejor, era sólo un ideal, el hombre que nunca habría soñado, sólo fue un sueño más, o así quiere verlo.

Hoy ella está sola, a la deriva, en busca de algún otro marinero valiente que sepa entender sus mañas, que pueda adaptarse a su mundo.

Sueña que ese humilde caballero aparecerá, y mientras tanto, malgasta sus días, escribiendo a un recuerdo que de seguro nunca leerá sus líneas, porque está ocupado, entregándose a otra mujer; mujer que quizá el día de mañana ocupe el lugar que ella hoy ocupa, lugar de soñadora.

Hasta tanto este hombre aparezca, ese que ella tanto espera, sólo se dedica a escribir, a soñar, a resentirlo. ¿Terminará su condena algún día? Será que este caballero, el que tanto la hizo sufrir, tiene en sí el poder de someter a toda damisela que se cruce en su camino, a luego de un fugaz amorío, un calvario.

Carolina Narvaja

1 comentario:

  1. Como siempre te digo: escribís muy lindo, me encanta leerte.

    Ojalá aparezca ese caballero :)

    Te quiero mucho!

    ResponderEliminar